La británica AstraZeneca acaba de sacar la chequera y firmar un jugoso acuerdo de 555 millones de dólares con Algen Biotechnologies, una pequeña empresa estadounidense que está haciendo cosas fascinantes al mezclar inteligencia artificial con biotecnología. Es la última apuesta grande de las farmacéuticas por subirse al tren de la IA antes de que sea demasiado tarde.
¿Y qué se lleva AstraZeneca por ese dineral? Pues nada menos que los derechos exclusivos para desarrollar y vender tratamientos basados en CRISPR, esa herramienta de edición genética que suena a película de ciencia ficción. ¿Te acuerdas de Jennifer Doudna, la científica que ganó el Nobel de Química en 2020 por inventarla? Pues resulta que ahora trabaja asesorando a Algen. Vamos, que AstraZeneca tiene acceso directo a una de las mentes más brillantes del planeta.
Eso sí, los 555 millones no van a llegar de golpe. Algen recibirá el dinero poco a poco, según vaya cumpliendo objetivos específicos. Y algo curioso: aunque AstraZeneca suelta toda esa pasta, no se quedará con ningún pedacito de la empresa. Para que te hagas una idea de lo pequeña que es Algen, hasta ahora solo había conseguido reunir 11 millones en inversiones y una ayudita de 350.000 dólares del gobierno estadounidense para investigar el cáncer.
La idea detrás de todo esto es juntar la IA con CRISPR para encontrar tratamientos nuevos contra enfermedades del sistema inmunitario, y hacerlo mucho más rápido que con los métodos tradicionales.
Chun Hao Huang, uno de los fundadores de Algen, lo explica así: "No usamos la IA solo para mirar datos y hacer gráficas bonitas. La estamos usando para inventar tratamientos que nunca nadie había imaginado, combinándola con CRISPR". Suena potente, ¿verdad?
Pero no todo el mundo está tirando cohetes. Jim Weatherall, el jefe de datos de AstraZeneca, pone los pies en el suelo: "Ahora mismo todo el mundo está como loco con la IA, hay mucho humo y mucha promesa. Nosotros preferimos ir con calma y verla como una herramienta más que puede echar una mano a nuestros científicos, sin creernos todo el cuento".
Y tiene razón en ser prudente. A pesar de que las farmacéuticas están metiendo millonadas en IA esperando ahorrar tiempo y dinero, la verdad es que casi no hay medicamentos descubiertos con IA que hayan llegado a las últimas fases de pruebas. Y ninguno, absolutamente ninguno, ha sido aprobado todavía para venderse en farmacias.
Esto de asociarse con empresas de IA no es nuevo. Roche se juntó con Nvidia en 2023 para lo mismo. Y la propia AstraZeneca ya lo intentó en 2019 con otra empresa británica llamada BenevolentAI, aunque aquello acabó regular: la empresa se hundió en bolsa y tuvo que salirse del mercado en marzo.
Los que saben del tema lo tienen claro: si la IA va a cambiar de verdad cómo se crean los medicamentos, las empresas tienen que mejorar mucho en cómo miden si realmente funciona mejor que hacerlo a la antigua. No olvidemos que en esta industria, 9 de cada 10 medicamentos que parecían prometedores acaban estrellándose cuando llegan a las pruebas con personas. Es un negocio durísimo, y la inteligencia artificial todavía tiene que demostrar que no es solo humo.